Emiliano Hernandez Camargo

ANGEL ZARRAGA

La Ciudad Universitaria de París -que se yergue sobre el boulevard Jourdan, uno de los límites del área metropolitana de la gran ciudad- ha sido el objeto de hermosas páginas, como las del diplomático Alfonso García Robles, Premio Nobel de la Paz.

Sólo que no es, como la Ciudad Universitaria de México, asiento de facultades e instituciones de enseñanza superior, sino sitio de los diversos pabellones construidos para becarios en la ciudad Luz, como la Casa de México -la Maison dui Mexique.

Centro de ese conjunto residencial es la Capilla de la Ciudad Universitaria, decorada con un Viacrusis por mano del artista duranguense Ángel Zárraga en 1937.

Nació nuestro personaje el 16 de agosto de 1886 en la ciudad de Durango; fue hijo del notable médico-cirujano Fernando Zárraga.

Trasladado a México, estudió la preparatoria en San Ildefonso para ingresar a la Academia de Bellas artes, benemérita institución en donde tiene como maestros a Julio Ruelas y Andrés Unzueta.

En 1904 sale de México y recorre Bélgica, España e Italia; se inscribe en la Academia Real de Bruselas. Al año siguiente se radica en España; en 1906 participa en una Exposición Colectiva, en Madrid, donde logra especial atención de la crítica por el retrato del novelista Ramón del Valle Inclán; asimismo toma parte en una exposición en el Salón de los Independientes de Barcelona.

En 1907 regresa a México y abre una muestra en la Academia de Bellas Artes, su Alma Mater. Esto le vale la comprensión de las autoridades y se le otorga una beca que le permite regresar a España.

En 1909 hace un recorrido por Italia y en Florencia presenta una exposición en la Plaza Donatello. Posteriormente expone en Munich, Leija y el Salón Nacional de París.

Punto Culminante en su carrera es el año de 1910. En Venecia expone en unión de Zuloaga, Zubiarre y Chirioco. Pero es año de conmemoración patria en México y regresa a exponer una vez más en la Academia, con la presencia del ministro Justo Sierra.

Al año siguiente vuelve a Europa y se radica definitivamente en París; expone en el Salón de Otoño; se inicia en la modernidad del cubismo y el puntualismo. Forma parte del grupo de Picasso, Braque, Juan Gris y en especial de Delaunay. A tal grado llega su influencia que el Salón de Otoño lo nomina miembro del jurado calificador, en 1912.

Ante el espectro de la guerra decide regresar a México. Un breve paréntesis en su vida es la decoración escenográfica para la obra Marco Antonio y Cleopatra, en el Teatro Antoine de París.

Nuevamente en el Viejo Mundo expone, en 1919, en la Galería Bernheim Jeaune, de París, ahí mismo presenta, al año siguiente, una nutrida exposición retrospectiva.

A partir de 1921 y por un período de poco más de cuatro años, dirige la decoración años, dirige la decoración del castillo Vertcoer, propiedad del conde Philijan, en las cercanías de Versalles. Paralelamente, decora a la encáustica en 1924 la cripta de Nuestra Señora de la Salette, en Suresnes, cerca de París, y en 1925 realiza un fresco en la iglesia de los Mínimos de Rethel.

Entre 1927 y 1928 pinta al fresco doce tableros con el tema La liberación de las Clases Trabajadores y del Campesino en México y Abrazo Maternal de la Civilización Cristiana y la Indígena, con destino al salón de recepciones de la Legación Mexicana en París.

A fines de 1928 expone en la Galería Wildestein, de Nueva York, y en 1931 nuevamente en el salón de Otoño, de París. Su actividad no conoce reoposo: en 1932 realiza un fresco en la iglesia de Fedhala, en Marruecos; otro para la Maison Du Cafem en la Plaza de la Opera, en París. Entre 1933 y 1934, el fresco El Redentor para la capilla del Sanatorio y otro más para la cúpula del Mal Paso de Mégrave.

En 1925 el periódico Excélsior de París le encarga entrevistar a los principales arquitectos franceses del momento, que periodísticamente alcanzaban gran éxito; Francia le premia nombrándolo miembro de la Legión de Honor.

De 1937 es el ya citado fresco en la Ciudad Universitaria de París y otro más, sobre fábulas de Lafontaine, en la ciudad de Mendon, Francia.

En 1938 vuelve a ser año de intensa actividad: mural en la capilla de Martel Joinville, en Sabora; otro para la Sociedad de Minas, en París, y otro más para la Compañía de Fosfatos de Constantina, en la misma ciudad. De 1940 es la decoración muralista de la iglesia de Saint-Ferdinand-des-Ternes, Francia.

En 1941 vuelve a México. Todavía le quedan cinco años de entrega creativa: mural en el Club de Banqueros de México, en el edificio Guardiola; otro en los

Laboratorios Abbott; tres tableros y la decoración de la cúpula de la catedral de Monterrey, Nuevo León; fresco La Voluntad de Construir para la Biblioteca México, en la Ciudadela -donde quedaron en proyecto otros tres murales: El Triunfo del Entendimiento, El Cuerpo Humano y La Imaginación.

Pintando retratos de caballete, pronunciando conferencias y publicando estudios sobre pintura, lo sorprendió la muerte el 22 de septiembre de 1946.

Ángel Zárraga encarna como viva llama luminosa la sabia sentencia El arte es una larga paciencia.

Dominaba su oficio -no en el sentido de mester, de artesanía, sino en la más alta connotación de dominar línea y color, en la misma forma que el verdadero escritor domina la palabra.

En una de sus últimas publicaciones, una conferencia denominada Aprendizaje, casi como testimonio estético confesó su apasionada adhesión al proloquio clásico: Nulla die sine línea (Ni un día sin una línea). De ahí que la lección de su vida y obra tengo una doble vía: la estética y la étnica.

Porque todavía nos falta decir -para cerrar con broche áureo- este recorrido por la vía de Ángel Zárraga, que también fue poeta -y una de sus mejores composiciones fue una emotiva letanía a Don Quijote, amo y señor de todos los iluminados que en el mundo han sido.