Emiliano Hernandez Camargo

FANYY ANITUA

Bien dijo en memorable ocasión el maestro Agustina Yáñez, secretario de Educación Pública: «Los artistas universales han sido primero y sobre todo nacionales, han escuchado la voz de su tierra constantemente. Par eso son augures de la patria y del mundo».

Todo ello viene a colación- en redondez colmada- al evocar la vida y la obra de Fanny Anitúa, una de las provincianas de México con proyección internacional – como antaño lo fuera la incomparable Sor Juana Inés de la Cruz.

Nacida en Durango, antigua capital de la Nueva Vizcaya, e122 de enero de 1887, Fanny fue llevada a los tres años al mineral de Topia, donde su padre tenía una empresa, según anotara uno de sus primeros biógrafos, el ingeniero Pastor Rouaix.

En Topia despert6 a la luz de la razón y su hijo -mi lustre amigo Arrigo Coen Anitúa lo ha evocado en trazo maestro:

«Panchita, trasladada a la edad de tres años al mineral de Topia, entra en contacto con los veneros de magnificencia de la Sierra Madre Occidental y la naturaleza, ahí donde Dios habla a quien sabe oído, con todos los matices, desde el canto de las aves y el susurro de la fronda, hasta el tableto aplastante del trueno, donde acaricia con tinieblas de luz y gamas infinitas de aroma, y fustiga también con las agujas de la cellisca y espanta con el pavor de los derrubios, ahí Panchita comulgó con cuanto habla de darle esa peculiar fuerza. Supo interpretar el mensaje del que derivó su más distintiva virtud: la nobleza.

Quien no se engaña no engaña; Francisca Anitúa tradujo la manifestaci6n siempre consecuente de los fenómenos naturales, a una filosofía espontanea, no elucubrada, de conducta asimismo consecuente. Se propuso hallar el bien y lo buscó con amor, la mejor de las lámparas; el bien es generoso y Ie dio, por añadidura, la verdad y el secreta de la belleza.

Francisca Anitúa así nació al arte, lo demás ya es propiedad de la historia, patrimonio de la lirica de México y del mundo, es la Gloria».

Cuando tenía doce años, Fanny fue llevada a otro mineral duranguense, Guanaceví, donde se inició en el arte musical al aprender solfeo con la maestra María Aizpuru de De Lille.

Al año siguiente se trasladó a Durango, más amplio horizonte para su vocación al canto; fueron sus conductoras la señorita Piedad Lariva y doña Leonor Pérez Gavilán de Samaniego.

Después de tres años de estudios constantes, bajo el patrocinio del Gobierno de Durango, realizó su primera gira artística en la región de La Laguna, entre 1903 y 1905.

Este último año se dirigió a la capital de la República para ingresar al Conservatorio Nacional de Música; entre sus maestros se contaron el poeta Juan de Dios Peza y el compositor Gustavo E. Campa. En julio de 1907 salió becada por el gobierno federal a Italia, donde ingresó a la academia de canto Santa Cecilia, dirigida por el maestro Arístides Franceschetti, en Roma.

Dos años después, en 1909, debutó en el Teatro Nacional con el Orfeo de Gluck; después cantó en Florencia, Palermo, Perusa, Venecia, Nápoles, Parma y Milán – precisamente en el templo de las consagraciones- , la Scala. Aquí 01vi6 a cantar el Orfeo bajo la batuta de Arturo Toscanini.

«para el otoño de 1911, con motivo de no recuerdo que celebración, se proyectó llevar a cabo, en el Teatro Constanza, de Roma, una serie de representaciones de la ópera Aida, de Verdi, con el tenor Enrico Caruso y la soprano Emmi Destin, bajo la batuta del maestro Arturo Toscanini. Yo, que a la sazón vivía en la Ciudad Eterna, tuve la satisfacción de ser propuesta para interpretar La Arneris, personaje que corresponde a la medio soprano.

Cuando llegué a la presencia de Toscanini, éste sin más ni más dijo:

-iAh, ésta es la mexicana! Si la voz corresponde a la figura, ya tenemos la Amneris.

Lo primero que quiso oírme fue el dúo con la soprano – en esa ocasión, sin soprano-; al llegar a la frase … Vigilia Gei Faraoni!. .. en ese momento me interrumpe Toscanini gritando:

-A este pasaje quería que llegara, para saber si 10 hacia como todas las demás… iBravo! Hará una gran carrera».

De regreso al Nuevo Mundo debuto en el Teatro Colon de Buenos Aires con la interpretación de Eugenio Oneguin; en seguida se dirigió a Paris, con triunfante presentación en la Sala Pleyel- la de los triunfos de Chopin. Después visito a Brasil, Uruguay y México donde estuvo entre 1912 y 1913 con la compañía de Alejandro Bonci. Una nueva gira la llevo a San Francisco y Los Ángeles, California, en la nueva compañía de Leoncavallo. Vuelve a América del Sur para triunfar en Chile y de am se dirige a España.

El musicólogo Moncada García dice: «Logro el triunfo más significativo de su carrera artística, al ganar el concurso con el que obtuvo, entre todas las contraltos de diferentes lugares del mundo que había en Italia, el privilegio para representar El Barbero de Sevilla, opera de Rossini, con motivo del centenario de esta obra, en la función se celebro en Pesaro, tierra natal del autor, e129 de febrero de 1916. Ese ano la maestra Fanny Anitúa canto El Barbero cincuenta y ocho veces».

Compartió honores con intérpretes de la talla de Rosa Raisa, Enrique Carusso, Benimiano Gigli, Carlo Galeffi y Nazzareno de Angelis. Fue celebre su papel en la opera Tristan e Isolda de Wagner; también des taco en obras de Rossini, Saint Saens, Bizet, Verdi y Mussorgski.

Se retiró a la vida privada en 1935; su casa en la ciudad de México – en la cuarta calle de Sabino 132, colonia Santa María la Ribera -, era un foco de evocaciones y enseñanzas.

Desde luego fue llamada a integrarse a la planta docente de su Alma Mater, el Conservatorio Nacional. También fue solicitada su presencia para formar el pie fundador del seminario de Cultura Mexicana, en 1942. Su obra pervive en las evocaciones emotivas y elocuentes de Vasconcelos y Mauricio Magdalena. También en todas las historias del Bel Canto que se escriben en el mundo. Pero sobre todo en la voz de tantos interpretes que México: Oralia Domínguez, Rosita Rimock, Belén Amparam, Olga Puig, Eulalia Ruiz, Rosa Rodríguez, entre otras.