Emiliano Hernandez Camargo

MAXIMO N. GAMIZ PARRAL

A Máximo lo conocemos y tratamos desde los tiempos en que estudiaba en la UJED y yo en el ITD y de manera más dinámica durante el movimiento estudiantil del Cerro del Mercado en 1966.  De ahí que conocemos su trayectoria política, su forma de pensar y amor por nuestro estado de Durango.

            Durante los últimos años ha hecho carrera en la ciudad de México en los Soles y a lado de Vázquez Raña sin perder su vinculación con los durangueños.

            Nacido en la capital del estado el 9 de junio de 1940, nuestro personaje arriba al cabo de la buena esperanza de sus cuarenta años convertido en ilustre doctor en derecho, autor de textos universitarios, político en activo y, sobre todo, hombre con la pluma en la mano sobre todo en la tarea absorbente del periodismo.

            Es heredero de altos prestigios, como lo ha precisado Lozoya Cigarroa: “Desciende de una familia de hombres de letras y notables políticos que siempre lucharon por las causas más nobles y legítimas de la ciudadanía.  Es nieto del ilustre maestro Don Everardo Gámiz Olivas, escritor, poeta, músico, profesor de escuela y político duranguense.  Su padre el señor Máximo Gámiz Fernández, fue hombre de relevante personalidad en el estado, fundó la Sociedad Inquilinaria para favorecer a la clase más desposeída de la ciudad de Durango y se distinguió por ser un gran líder popular que siempre estuvo al lado de los humildes.  Su madre, la señora Alicia Parral Quiñones es el prototipo de la mujer durangueña, dedicada a los quehaceres del hogar y permanentemente preocupada por la formación de la familia”.

            Máximo Netzahualcóyotl cursó la primaria en la escuela “ingeniero Miguel Angel de Quevedo” y la secundaria en el Instituto Tecnológico de Durango, para cursar la carrera de leyes en la Universidad Juárez, que concluyó en 1964.  Sin embargo, su sed de todo saber y todo conocer lo llevó a alcanzar, quince años después, la licenciatura en administración.

            Ese mismo favor humanista lo llevó a obtener el doctorado en derecho en la UNAM, el 28 de julio de 1988, con un jurado que le otorgó mención honorífica y que estuvo integrado por los también doctores José Dávalos, Jorge Witker, Jorge Carpizo, Raúl Cervantes Ahumada y Gonzalo Armienta Calderón.  Después de declararlo doctor, el ilustre maestro Cervantes Ahumada agregó “La Universidad lo nombra Caballero de la Ciencia Jurídica y buscador de la Verdad”.

            Ha profesado con éxito la cátedra en su Alma Mater sustentado la materia de derecho constitucional y administrativo y la de administración pública durante siete años.

            La pluma lo ha conducido a la publicación de varios títulos como: Qué es un Diputado, Los poderes del Estado de Durango, Pueblo Mío, Instrumentos Jurídicos para Afrontar la Crisis y los textos Manual de Administración Municipal, Nociones Fundamentales de Administración para el Funcionario Público, La Constitución y Usted y Administración Pública.

            Es asimismo coautor de la obra en dos volúmenes Summa Duranguense y de la Monografía del Estado de Durango.

            Es el periodismo como tarea al pie de los sucesos, editorialista del Sol de México, con dos artículos a la semana que asimismo se publican en todos los periódicos de la Organización Editorial Mexicana, la cadena de los Soles.

            Por el lado partidista ha sido secretario del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional, en Durango, de 1968 a 1971, para después ocupar la presidencia de 1971 a 1974.

            Paralelamente, fue diputado a la legislatura local y líder de la cámara donde el mismo período 1971 – 1974.  En seguida ocupó la presidencia municipal de Durango en el trienio 1974 – 1977, para después figurar como asesor del gobernador del estado y coordinador general del Programa de Fortalecimiento Municipal en la entidad, de 1977 a 1980.  En esa trayectoria sin solución de continuidad fue nuevamente diputado local a la LV Legislatura y director general de Educación Pública en el estado de Durango.

            Entre 1974 y 1982 fungió como vicepresidente del Instituto de Administración Pública en la entidad y en el sexenio de Salinas de Gortari se desempeñó, en la ciudad de México colaborando al lado de Manuel Camacho Solís.

            Su posición ante el ingente problemática de Durango, la ha expresado meridianamente Gámiz Parral no sólo en palabras que vuelan con el viento sino a través de la escrita que es testimonio y compromiso del presente y el futuro.  El mismo lo ha dicho: “La historia es el mejor juez que coloca a cada quien en el sitial que le corresponde conforme a su actuación, principalmente cuanto ésta ha tenido relación con los asuntos públicos y el interés popular”.

            De aquí que en su primer informe como presidente municipal de su ciudad natal haya expresado convencidamente:

            “Cuando nuestro Partido, el Revolucionario Institucional, nos postuló como candidatos para integrar el ayuntamiento del municipio de Durango, reconocíamos la situación general que prevalecía y aceptamos la enorme responsabilidad que la designación significaba.

            Al ser electos y tomar posesión de nuestros cargos, reiteramos la captación de la situación económica del municipio y manifestamos que aún cuando era conveniente señalar tal circunstancia, no podría de ninguna manera mencionarse para justificar una actuación nula o reducida, porque precisamente los difícil de una tarea o misión debe constituir un acicate, sobre todo si es para beneficio común, para con esfuerzo, con dedicación y confianza en el respaldo de los electores y del pueblo en general, emprender el inicio de la lucha y confiar en la consecución del objetivo.

            Hoy a once meses veinticinco días de aquella ocasión podemos afirmar que estamos insatisfechos, pero que algo se ha hecho y que hemos de redoblar ideales y esfuerzos, para continuar con la responsabilidad encomendada, y que tenemos la convicción de que con el conocimiento que el pueblo tenga de la forma como han sido invertidos sus impuestos, y de la contemplación de lo ejecutado, será la base para que también se incremente su esfuerzo, aportación y apoyo, para beneficio de su ciudad y su municipalidad”.

            En esa línea de acción, en su segundo informe de gobierno nuestro personaje pudo entintar su mensaje con los matices de la confianza plena, al decir: “Lo realizado es el resultado de una acción y un ideal conjuntos de la ciudadanía del municipio y un grupo de trabajo integrado por duranguenses positivos que encabeza el H. ayuntamiento del municipio de Durango.

            Bienvenidos los criterios de buena fe, que serán tomados en cuenta para reconsiderar rutas y subsanar omisiones.  A un lado y con nuestra indiferencia los críticos ligeros, sin base y de buena fe.  Que sean receptáculos del olvido y del menosprecio los de señalamientos sin fundamentación y mala fe.

            El pueblo del municipio de Durango, por última ocasión, manifiesta por conducto de sus representantes legítimos, su reconocimiento sincero a la enorme obra de transformación material y de conciencia, realizada por el actual régimen federal…

            Durante nuestro último año de gestión, redoblaremos esfuerzos, tratando de superar lo logrado lo logrado en este segundo año, continuando en comunicación directa con el pueblo, y con la certeza de que, inexorablemente, el juicio de la historia continuará colocando las acciones y las personas en su verdadero sitial, conforme a sus merecimientos.

            Como parte de la comunidad duranguense hemos de hacernos eco, en la reiteración de expresión a Héctor Mayagoitia de que Durango confía y marcha –con gobernante”.

            Todo lo cual confluye en lo expresado a la conclusión del trienio edilicio y que se confió a la letra impresa.  En esa memorable ocasión Gámiz Parra, de pie sobre los hechos, rubricó:

            “La modesta labor realizada –siempre pensando en la labor de la ciudadanía-, no hubiera sido posible de no haber contado con un excelente equipo de trabajo que, encabezado por los integrantes del H. ayuntamiento electo popularmente en los comicios constitucionales del mes de julio de 1974, cumplió con las directrices y tónica de trabajo marcados por el Honorable Cuerpo Colegiado.

            Y si bien el equipo de trabajo fue factor primordial para cumplir acertadamente con las disposiciones del Cabildo, no es menos importante el apoyo y orientación que recibimos de nuestro gran amigo, el señor gobernador constitucional del estado, doctor Héctor Mayagoitia Domínguez, quien en innumerables ocasiones acudió en nuestra ayuda.

            De las tareas llevadas a cabo durante tres años, podríamos elaborar una crónica en la que irían consignados datos interesantes que coadyuvarían a escribir una historia verídica y razonada sobre los anhelos del pueblo que habita el municipio de Durango; sobre los obstáculos naturales o artificiales que hubo necesidad de sortear para conducir a la nave municipal hacia puerto seguro; sobre las luchas cotidianas sostenidas para mantener vigente el espíritu de comprensión; y sobre todo, la grata experiencia vivida en la conducción de los destinos de millares de durangueños que siguen teniendo fe en las instituciones nacionales y en quienes las representan  cuando éstos han cumplido fielmente con el deber patriótico y revolucionario de gobernar con el cerebro y el corazón unidos en una dualidad victoriosa.

            El reloj del tiempo ha marcado el final de nuestra administración municipal, pero también ha marcado una nueva etapa de continuidad institucional que consuma el precepto fundamental de nuestra democracia constitucional: el relevo en el mando y el arribo de otras personas que el pueblo durangueño ha señalado como sus dirigentes políticos.

            Al reintegrarnos al grueso de la ciudadanía, llevamos con nosotros agradables recuerdos y, firme convicción de que actuamos dentro de la honestidad y la concordia, y de que, en ningún instante de los mil ochenta y nueve días que hemos tenido el privilegio de representar al Honorable Ayuntamiento, defraudamos la confianza depositada en nosotros”.

            Y así quedaron las palabras, en tinta viva, para el recuerdo y el fallo de la historia.

            El más reciente esfuerzo y logro de Gámiz Parral –pues de ninguna manera podemos y querríamos decir que es el último- fue la obtención del doctorado en derecho que le otorgó la UNAM.

            Para cerrar el periplo académico el graduado presentó la tesis titulada Reflexiones en torno a un Derecho Constitucional y Administrativo de las Entidades Federativas de México.  El tribunal calificador lo juzgó merecedor de mención honorífica.

            El planteamiento no es sólo novedoso sino que resulta de todo punto apegado a derecho, que vale tanto como decir a lo recto y lo justo.  El recipendario parte de una afirmación toral de estribito corte federalista: “la existencia de un derecho constitucional federal y la ausencia de un derecho constitucional estatal significa y representa que en la misma doctrina jurídica se contempla la centralización”.

            Ya sobre esta vía, desbroza el terreno en la siguiente forma: “Más que dilucidar un problema en sí o una incógnita, nos hemos inclinado por el método o proceso simple que establece como sus etapas constituyentes la curiosidad, la observación y la abstracción, referidas al método, y la comprobación enfocada con técnicas de la investigación,  básicamente documentales”.

            Las conclusiones no sólo resultan valederas en cuando a la doctrina jurídica sino que devienen de inmediata aplicación en el aquí y el ahora de nuestro desarrollo político en las 31 entidades federativas de la República.  En esa forma, el doctor Gámiz Parral no sólo enriquece la bibliografía jurídica de México sino que abre nuevos e insólitos espacios de conducta política a lo largo y lo ancho del territorio nacional.

            Uno de los ámbitos de mayor aplicación resulta, lógicamente, el del municipio, en quien el autor reconoce una crisis no sólo nacional sino de alcances internacionales.  Y con toda la cargazón de experiencia y vivencia que le dio Durango, nuestro personaje concluye que “para salir de la crisis municipalista, se hace indispensable hacer uso de la planificación territorial y otorgar autonomía financiera, social y política a los municipios”.

            Bien lo hemos escrito líneas arriba: el doctorado de Gámiz Parral es el más reciente esfuerzo y logro del durangueño estudioso pero desde luego podemos proclamar, para honra y prestigio del solar durangueño, que de ninguna manera habrá de ser el último.