Emiliano Hernandez Camargo

RAÚL VAZQUEZ GALINDO

Nuestro personaje nacido en la capital duranguense el 19 de mayo de 1925, tiene una actividad tan múltiple en bien del solar nativo que literalmente no es posible encasillarlo dentro de un rubro preciso. Por estudios y actividad profesional es contador, pero respondiendo al llamado de la vocación ha transitado por los andares de la pintura, el dibujo, la ejecución de la guitarra, la venta de seguros y, desde hace más de 40 años, en las tareas periodísticas absorbentes.

Al final, lo que aflora tan múltiples actividades es su entrega a la letra impresa, siempre para honra y prez de la patria chica duranguense.

En 1962 dio a la estampa el volumen Ofrenda, constituido por una serie de pensamientos dedicados a los ancianos; llevó prólogo de la poetisa Olga Arias. Al año siguiente publica Parnaso Durangueño y el folleto Mensaje de Amor a los Ancianos. De 1965 es el volumen Un Siglo de Poesía Durangueña, con emotivo prólogo del cronista de la ciudad José Ignacio Gallegos.

Tan sostenida actividad se corona con el libro Quién es Quién en Durango, que aparece en 1967 con prólogo de Vicente Galindo. Al año siguiente ven la luz sus Viñetas Provincianas, dedicadas a Samuel Antuna Ibarra. Al año siguiente publica Historia y Perfiles, con artística portada de don Salvador Toulet.

De 1979 es volumen de Homenaje a Francisco Zarco, también prologado por el licenciado Gallegos, y de 1984 el Homenaje a Samuel Antuna Ibarra, con prólogo de Arturo Ibáñez Montelongo. Listas para la imprenta tiene una Biografía del Cronista José Ignacio Gallegos y unos Romances  Místicos, cuyo producto de venta ha sido destinado a obras benéficas.

Como el mejor homenaje a un autor es leerlo, preferimos desprender de sus libros dos páginas brillantes en donde alienta el espíritu de la “tierruca durangueña”, no exento de timbres épicos.

Del  Periodista de la reforma se expresa así: A la entrada de ese hermoso Parque Guadiana, que identifica a la bella y colonial ciudad de Durango, se encuentra una estatua de uno de los más destacados políticos de esta capital, Francisco Zarco Mateos, que fuera destacado periodista, constituyente y el más apasionado defensor de la reforma… Zarco enorgullece a Durango porque estuvo al lado de Juárez en los momentos de inquietud que vivió el país con la abominable invasión francesa.

Su memoria aún vive en el recuerdo de todos los durangueños…”

Del Centauro del Norte escribe lo siguiente:

“Las pasiones humanas se desbordan y la razón se trueca en confusión de ideas. Unos callaban, otros vilipendiaban la figura de Villa y los escépticos se olvidaban. Más todos tenían en su mente l gallarda figura del Centauro del Norte…

En el Congreso de la Unión quedará por siempre grabado el nombre de Francisco Villa y en corazón de los durangueños el recuerdo de un pueblo agradecido porque se reconocen por fin los méritos de uno de sus valientes hombres”.

Por último, de los generales Arrieta –Domingo, Mariano, Eduardo, Andrés y José- expresa emotivamente: “cinco soldados del pueblo, surgieron de la tierra, precisamente del surco y de la mina.

Cinco soldados por el pueblo armados, cabalmente, de corazón y fusiles. Cinco soldados con el pueblo  agredido, justamente en la esperanza de la vida”.

Del volumen Historia y Perfiles, fervorosamente dedicado a la memoria de Francisco Zarco, nuestro autor deja caer trozos plenos de emoción como los que enseguida recogemos.

En hermosa prosa poética expresa: “Cuando el sol declina entre un cielo multicolor y desde el valle del Guadiana contemplo la estatua de Francisco Zarco, llega a mi mente y hasta el alma mía, un sentimiento profundo de admiración a quien considero verdadero héroe, y ejemplo incorruptible de profunda devoción periodística.

Qué inquietud en aquella tarde en que desde la Fuente de la Alameda contemplaba un atardecer sombrío. Los árboles secos dejaban colgar sus ramaje como llorando y el viento arrastrada miles de hojas, como en una triste marcha fúnebre. El Parque Guadiana estaba desierto, era raro que no pasara un alma, volví de nuevo frente a la estatua de Zarco y quedé callado tan sólo contemplándolo”.

De alguien que todavía alienta entre los vivos, nuestro autor justicieramente externa: “El gobierno del licenciado Angel Rodríguez Solórzano fue una administración de transición, y además de esto, vino a tomar las riendas gubernamentales después del momento que había vivido Durango por un estéril movimiento estudiantil… No obstante, el licenciado Rodríguez Solórzano cumplió honrosa satisfactoriamente  con la misión encomendada. El pueblo, que es agradecido, algún día sabrá reconocer su esfuerzo y tomar en cuenta que con su modestia y sencillez sólo estaba sirviendo los más caros anhelos del pueblo de Durango”.

Creemos haber repasado con provecho las ya numerosas páginas del biógrafo y cronista Raúl Vázquez Galindo, para quien no tenemos mucho que desear nuevos largos años de entrega editorial, siempre bajo la fronda generosa de ese gran solar nativo que es Durango.