Emiliano Hernandez Camargo

FRANCISCO ZARCO

Fue por antonomasia la pluma de la reforma, la intervención, el segundo imperio y la restauración. O para decirlo con Gutiérrez Nájera: Fue el Aquiles de la Prensa.

            Pocas veces un hombre ha encarnado el ideal del comunicador social como en Francisco Zarco: fue su vocación y su destino. Un destino verdaderamente luminoso al servicio de la patria en sus más aciagas vicisitudes y en su triunfo.

            ¡Quién como Zarco, para desde la clandestinidad de Las Cosquillas –su periódico de combate-, señalar con índice de fuego la ignominia de Tacubaya y sus mártires!

            ¡Quién como Zarco, para lanzar su sentencia que es un reto de todo los periodistas de todas las latitudes y de todos los tiempos: Que nadie firme como periodista, lo que no pueda sostener como hombre!

            Por eso el durangueño, pluma en ristre, es ejemplo y símbolo, más allá de los bronces con que la posteridad lo ha enaltecido. Su figura se agiganta en esta ahora de mistificaciones y olvidos; la prueba la tenemos en la capital de la República, donde el 7 de junio, Día de la Libertad de Prensa, los periodistas se congregan en torno a su estatua para depositar su tributo de admiración y reconocimiento.

            Prematuramente envejecido y prematuramente desaparecido, desde en vida gozó del homenaje de los bien nacidos. Bastaría recordar que, al morir, no fue inhumano, sino que se le embalsamó y recurriendo a la pericia de un taxidermista se le conservó por varios años en actitud sedente, hasta que la polilla consumó su obra y hubo de ser depositado definitivamente en una gaveta del Panteón de San Fernando, la última morada de los liberales acaudillados por Juárez.

            No intentaremos una biografía más sino repasar la apretada síntesis publicada en 1978 dentro de la Serie Guadiana del Instituto Tecnológico de Durango, en el Treinta Aniversario de la Educación Técnica en provincia.

            Periodista político del Partido Liberal, nació en la ciudad de Durango el 4 de diciembre de 1829, siendo sus padres don Joaquín Zarco y doña María Mateos. Hizo estudios de abogado distinguiéndose por su talento y actividad. Tenía apenas 18 años, en el año de 1847, cuando fue nombrado oficial mayor en el ministerio que estaba a cargo de don Luis de la Rosa, en el gobierno provisional establecido en Querétaro.

            Poco después se dedicó al periodismo combatiendo virilmente los malos actos de los gobernantes: Dirigió el periódico Las Cosquillas y colaboró en El Siglo XIX con el seudónimo de “Fortum”.

            En 1851 fue electo diputado al Congreso General por el Estado y permaneció en Nueva York hasta el triunfo de la revolución de ayutla, haciéndose cargo de la dirección de El Siglo XIX. En 1856 fue electo diputado al Congreso Constituyente por uno de los distritos del estado de Durango, distinguiéndose como paladín de los principios liberales.

            Las labores de aquel memorable Congreso las relató en su gran obra Historia del Congreso Constituyente. Combatió en el campo de las ideas al partido conservador, que había asaltado al gobierno con el Plan de Tacubaya, promulgado por el general Félix María Zuloaga, lo que le trajo persecuciones que lo obligaron a ocultarse por dos años, y en ese tiempo publicó un pequeño periódico que tituló Boletín Clandestino y su folleto Los Asesinatos de Tacubaya; pero descubierto al fin, fue a prisión, de mayo a diciembre de 1860, fecha en que triunfó el Partido Liberal presidido por don Benito Juárez quien lo nombró ministro de relaciones, cargo que renunció al poco tiempo, volviendo a dirigir El Siglo XIX.

            Acompañó al Presidente Juárez durante la invasión francesa; fundó en San Luis Potosí el periódico Acción y finalmente se internó en los Estados Unidos donde continuó escribiendo en varios periódicos de aquel país y del sur de América. Vencido el imperio, Zarco regresó a México, siendo diputado al Congreso General por el Distrito Federal y volviendo a dirigir El Siglo XIX.

            El Sr. Zarco fue hombre de honradez acrisolada, liberal de firmes convicciones que luchó siempre con denuedo por el triunfó de su causa, en el periodismo principalmente, considerándosele con justicia, como el más notable periodista mexicano. Falleció el 22 de diciembre de 1869 cuando apenas había cumplido los cuarenta años.

            El Congreso de la Unión lo declaró Benemérito de la Patria en el mismo año de su muerte y su nombre fue escrito en el salón de sesiones del Congreso. El estado de Durango le erigió una estatua en el Paseo de la Reforma de la Capital de la República, y dio su nombre a una calle en Durango, al Hospicio de Niños, posteriormente lo adoptó uno de los ejidos de reciente creación.

            En la ciudad de México y en muchas ciudades y pueblos del país hay calles y plazas que honran su memoria.