Emiliano Hernandez Camargo

GUADALUPE VICTORIA

En 1910, dentro del año conmemorativo del primer siglo de México Independiente, se publicaron nutridamente las biografías de los principales hombres de la insurgencia. Durango no podía ser la excepción y fue así como en las páginas del Periódico Oficial que incluía trabajos literarios y científicos y aun una sección de variantes, apreció una biografía del primer Presidente de México. Infortunadamente, no se hace constar el nombre del autor.

Fue rescatada y publicada en 1978 dentro de la seria Guadiana, aparecida con motivo del 30 aniversario de la educación técnica en provincia.

Nos complace transcribir dicho documento,  sin duda obra de un duranguense que desinteresadamente así contribuyó a las fiestas del centenario de la independencia.

Nació en el pueblo de Tamazula, provincia de Nueva Vizcaya, el 16 de septiembre de 1786, siendo sus verdaderos nombres y apellido Manuel Félix Fernández; al abrazar la causa de la independencia, adoptó los que le hicieron conocido después, sin duda para reunir en sí las dos ideas   que entonces atraían más la atención de los mexicanos: la religión simbolizada por la Virgen de Guadalupe y la Independencia por la palabra Victoria.

Era estudiante del Colegio de San Idelfonso cuando en 1811 salió para enlistarse en las filas de los independientes, militando con ellas con firme constancia que no siempre correspondió un éxito feliz. Donde se le ve figurar por primera vez con distinción, fue en el ataque que dio Morelos a Oaxaca el 25 de noviembre de 1812; joven valiente y ardoroso se arrojó en esa vez sin haber necesidad, a uno de los foso para salvarlo a nado y recoger su espada, quedando atascado en el fango, de donde parece no le quiso ayudar a salir don Manuel Mier y Terán, y desde entonces comenzó entre ambos la rivalidad que duro mientras vivieron.

Poseía Victoria una imaginación brumosa y fantástica, que le inclinó a cambiar el nombre, y a singularizarse en muchas ocasiones: tranquilo y frio en el combate, sufría con gusto toda clase de privaciones a que se sujetaba como el último de sus soldados; sereno en el peligro, constante en sus empresas y de bondadosa corazón, se hizo muy popular.

Hallándose en el sur por las vicisitudes de la guerra, pasó por orden del Congreso de Chilpancingo, al oriente en 1814, a las órdenes de Rosains, quien lo despachó para fomentar la revolución en la provincia de Veracruz, cuyo mando tomó en septiembre del mismo año con el grado de Coronel que le dio el mismo Rosains, por haber marchado a los Estados Unidos don Juan Pablo de Anaya, que era el comandante de la provincia, se distinguió en atacar los convoyes que pasaban de Veracruz a Jalapa, en cuyos ataques tuvo siempre muy poca fortuna.

Poco se prometían los jefes de la insurrección en la provincia veracruzana, de un noven que tenía endeble constitución, considerando que no podía sobrellevar las fatigas de una penosa campaña; pero variaron pronto de opinión al observar la facilidad con la que adoptaba las costumbres inherentes a la vida de insurgente, en una zona tan malsana como en la que hacia la guerra. Así llegó a rodearse de prestigio que necesita tener el que manda para ser respetado, siendo el primero en acometer y el último en retirarse de peligro, sin jamás exhalar alguna queja por los padecimientos que los sobrevenían.

Don Guadalupe Victoria en el periodo de 1811 a 1814, pocas ocasiones tuvo hacerse notable y fue un oficial subalterno de Bravo, de Guerrero que también era entonces casi desconocido y de Rosains. Hasta que asumió el mando en Veracruz y sobre todo desde que el último jefe citado se indultó fue cuando empezó a adquirir notoriedad; se estableció en el Puente del Rey, punto indispensable para llegar a Veracruz por Jalapa y allí detuvo muchos convoyes, como el que Águila llevaba en noviembre en 1814; cambio el comercio pequeño pasaba sin dificultad por las inteligencias que los insurgentes tenían en el puerto y por arraigo que habían ultimado con los comerciantes, quienes pagaban un moderado derecho de tránsito a los primeros.

Cuando Guerrero había acompañado a Tehuacán al Congreso a fines de 1815 se presentó en Veracruz, Victoria que era de un carácter huraño lo invitó sin muchas ceremonias a que regresara al sur, pues allí nada tenía que hacer ; con Bravo no se atrevió a hacer otro tanto, aunque si le dio claramente a conocer el desagrado el desagrado con que vería su permanencia en una provincia donde había dejado tan buenos recuerdos; por último no trato con Terán para nada y aún exigía el pago de alcabala por los fusiles que tenía Robinson para este jefe insurgente, exigencia que dio motivo a la desastrosa expedición a Playa Vicente. Así pues, no dio ninguna muestra de compañerismo, a los demás insurgentes, sus antiguos jefes, y solamente, consiguió indisponerse con ellos.

Ocupó el pequeño Puerto de Boquilla de Piedras, cercano al Puente del Rey, y por él recibiría armas y municiones del extranjero que le traía Álvarez de Toledo; consiguió retenerlo bastante tiempo y podía haber servido mucho a la causa insurgente pero no pudo hacer lo mismo con Puente del Rey del que fue arrojado por Miyares.

Llorente en vano atacó el Puerto (julio 1815) y fue hasta noviembre de 1816 cuando el Teniente Coronel Rincon, se apoderó de Boquilla de Piedras y del valioso cargamento que en los almacenes había; sin que Victoria se esforzase poco ni mucho a defender el lugar,a pocos días, sin embargo, se apoderó del puerto o barra Nautla que también le fue fácil, pero que poseyó poco tiempo, pues en febrero siguiente, le fue quitado por Llorente, el que no dejó Victoria que se rehiciera en Misatla.

En 1818 en que la revolución estaba casi extinguida, un capital llamado Valentín Guzmán, se comprometió a entregar a Victoria, por éste lo supo a tiempo y huyó abandonado hasta su equipaje y ropa de uso. Era tan Frugal, que llevaba en los tientos de la silla de montar el tasajo de vaca que formaba su único alimento muy sabroso y agradable en la tierra caliente.

Oculto estuvo desde entonces en los terrenos y en la casa de hacienda de Paso Ovejas, perteneciente a Don Francisco Arriaga; su última derrota fue en Palmillas y otros puntos, y no volvió a reaparecer en la escena pública, sino hasta que Iturbide proclamó el Plan de Iguala.

Por el año 20, había tomado su existencia un carácter fabuloso con motivo de la vida de anacoreta que llevaba en medio de bosques, no queriendo recibir del gobierno la gracia de indulto que otros muchos solicitaban cansados de tan prolongada lucha. En abril de 1821 se presentó Don Guadalupe Victoria cerca de Veracruz y publicó una proclama en Santa Fe, refiriendo sus padecimientos durante el tiempo en que estuvo oculto y exhortando a los independientes ala unión para poner feliz termino a la guerra; se dirigió a las cercanías de Córdoba en busca de Iturbide; a las providencias del interior y se le presentó en San Juan del Río, habiéndose separado de Bravo en Pachuca; pero el libertador le consideró incapaz de ocupar un puesto de consideración y aún lo mando a vigilar.

Hecha la independencia, ningún cargo le dio Iturbide, y Victoria regresó a Veracruz donde ayudó a Santa Anna, cuando éste estaba enteramente desanimado; derrocado el imperio, Victoria fue atento al mandar el ejército en aquel estado; se le reconoció el Grado de General de División y en las elecciones de 1823 fue electo presidente de la Republica para el cuatrienio de 1825 a 1829; sin embargo, por las circunstancias anormales, el primer presidente que tuvo México duró su puesto desde el diez de octubre de 1824 al 31 de marzo de 1829 que entregó el poder a su sucesor.

Por su carácter raro estaba disgustado con los antiguos insurgentes, sus compañeros, y no era bien visto por los de última hora, lo que no obstante  se aprovecharon de su carácter débil para adueñarse del mando: Gómez Pedraza, primero y Zavala, después, yorkinos, lo dominaron sucesivamente y aunque el país progresó realmente, durante su administración, empezó también la era de los cuartelazos, con el saqueo de Parián se expulsó a españoles y se echaron los gérmenes de las revueltas que por ,edio siglo aniquilaron el país.

Victoria bajo el poder y aunque recibió un mando militar en Veracruz, en realidad no volvió a tomar parte de los asuntos públicos y vivió retirado en su hacienda del Jobo.

Enfermó en noviembre de 1842, fue trasladado a la Fortaleza de Perote, para atenderlo, negóse a confesar con el cura del pueblo porque era español y hubo necesidad de llamar a otro sacerdote de un pueblo cercano.

Falleció el 21 de marzo de 1843 y fue enterrado en el Panteón del Castillo; en 1847 los norteamericanos violaron el sepulcro y dos de ellos que bebieron el alcohol en que se conservaban las vísceras murieron. En 1862 sus restos fueron trasladados a Puebla por el general don Alejandro García.

Victoria fue declarado Benemérito de la Patria el 25 de agosto de 1843 y se mandó inscribir con letras de oro su nombre en el salón del Congreso.