Emiliano Hernandez Camargo

HERMILA GALINDO

El feminismo político en México se remota a 1915 – en plena época revolucionaria-, cuando el general Salvador Alvarado, gobernador y comandante militar de Yucatán, prohibió el primer congreso feminista que hubo en el país.

Sin embargo, ese primer esfuerzo no tuvo continuidad ante las vicisitudes de la revolución armada, a sazón convertida en sangrienta lucha de facciones.

Pero el asunto no se olvidó en los sucesivos gobiernos post-revolucionarios y una y otra vez se alzaba el reclamo femenino por participar activamente en la vida política del país. Por fin el primero de septiembre de 1953, al iniciar el Congreso sesiones ordinarias, el Presidente Ruiz Cortines anunció: “yo promuevo ante vuestra soberanía las reformas legales pertinentes para que la mujer disfrute de los mismos derechos políticos que el hombre”.

Efectivamente, se reformaron los artículos 34 y 115 constitucionales, a fin de otorgar a la mujer plenitud de los derechos políticos, es decir, se le concedía el derecho a votar y ser votada.

Y aquí es donde reaparece la figura de la recia luchadora social Hermila Galindo Acosta que resultó la primera mujer mexicana a quien el voto popular llevó a la Cámara de Diputados. 

Nació en Ciudad Lerdo, Dgo., el 28 de mayo de 1896. Durante su niñez la familia hubo de moverse continuamente por razones de trabajo y fue así como realizó sus estudios sucesivamente en comunidades de Durango y Chihuahua.

En 1909, en plena efervescencia anti porfiriana, tomó la versión taquigráfica de un discurso incendiario del abogado y orador coahuilense Francisco Martínez Ortiz, que posteriormente fue utilizado como propaganda por el grupo anti reeleccionista  formado por Diódoro Batalla, Heriberto Barrón y José Peón del Valle.

El 1911 se afincó definitivamente en la capital de la Republica, a tiempo de la salida de Díaz y el triunfo de la causa maderista. Después de los trágicos sucesos de la Ciudadela y el sacrificio de Madero y Pino Suarez, dedicó sumarse a los constitucionalistas.

Al lograrse la salida de Huerta, el Club Abraham González la nombró su oradora oficial: fue así como tuvo la oportunidad de pronunciar el discurso de bienvenida al arribo del Primer Jefe a la ciudad de México; medularmente establecía un paragón entre las actuaciones de Juárez – el de la Republica nómada- y Carranza – el del gobierno en Veracruz.

Colaboró estrechamente con el gobierno carrancista realizando giras de proselitismo y fundando clubes revolucionarios en los estados de Veracruz Tabasco, Campeche y Yucatán. El 1915 se le amplió la comisión y estuvo en la Habana donde sustentó seis conferencias contra la injerencia norteamericana en asuntos de la exclusiva competencia de México.

De regreso fundó la revista Mujer Moderna con el fin deliberado de luchar por los derechos femeninos, en franca desventaja con los masculinos. Su firma decisión la llevó a solicitar ante el Congreso Constituyente de Querétaro el voto a la mujer. 

También con decidida firmeza apoyó la candidatura del general Pablo González para suceder a Carranza- pero hay que recordar que el apoyo oficial fue para el ingeniero Ignacio Bonillas, lo que motivó su ruptura con el primer Jefe. Como González posteriormente no reconoció el Plan de Agua Prieta hubo que retirar su candidatura.

Toda esta serie de circunstancias hicieron a nuestro personas tomar la decisión de retirarse a la vida privada, lo que por otra parte le permitió, con mayor libertad, escribir artículos, folletos y libros.

Al serle concedido a la mujer el voto durante el régimen del presidente Ruiz Cortines la recia  luchadora durangueña logró el consenso popular que la llevó a un escaño de la Cámara de Allende y Donceles. Infortunadamente, la muerte le atajó el paso el 18 de agosto de 1954, pero tanto su esfuerzo visionario como el camino que dejó abierto a la mujer mexicana habrán de sobrevivir como ejemplo de lo que es la genuina política; entrega, pasión, confianza en el futuro promisorio.